2 ¡que tiempos corren! sentada en el bar remueve su café con leche, mientras con el rabillo del ojo observa su imagen en la amplia cri
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¡QUE TIEMPOS CORREN!
Sentada en el bar remueve su café con leche, mientras con el rabillo
del ojo observa su imagen en la amplia cristalera del bar, el tinte
lila le queda bien, le rejuvenece, sus canas se convierten en
destellos multicolores, las arrugas apenas si perceptibles en la
imagen le sientan bien, se gusta. Recoloca su pelo y compone su
postura. Es toda una dama, sin duda, como le gustaba a su papá.
“Es buena hora” se dijo, parejas jóvenes iban llegando y ocupando las
mesas mientras ella seguía removiendo solemnemente su café con leche.
Su mirada se pierde por el bar. “¡Qué tiempos dios mío! ¡Qué tiempos!”
murmura mientras observa a las jóvenes parejas besarse con fruición
intercalando comentarios, cigarros y algún que otro sorbo de sus
vasos.
Hace tiempo que nadie se fija ya en ella, ni en su rectitud,
simplemente forma parte del decorado, del ambiente.
Sigue con la mirada la evolución de los más osados, esos que incluso
se atreven a tocarse por encima e incluso (fue testigo de ello) por
debajo de la ropa, sus manos se crispan y su rostro se tensa, “¡qué
tiempos dios mío!, ¡qué tiempos corren!” murmura de nuevo sin dejar de
observar la evolución amatoria de una pareja situada en la zona más
tenue, ella se sube encima de él y le hace carantoñas con cara de niña
inocente, él la mira con rostro congestionado mientras acaricia su
trasero y sube poco a poco sus manos por debajo del jersey, la chica
se ríe y se mueve un poco.
Se siente morir, casi le duele respirar, aprieta sus piernas mientras
se sujeta con las manos a la mesa, la chica besa al chico, éste sigue
acariciándola por debajo del jersey, no puede más, se le escapa un
pequeño gemido, tarda unos instantes en recomponerse, siente como el
placer va escapando de su cuerpo en pequeñas oleadas.
Respira, se levanta con cuidado, se vuelve a mirar en el espejo y
recompone su traje, una dama siempre tiene que estar bien compuesta
como diría su padre, incluso tras un sutil orgasmo y es que ¡qué
tiempos corren dios mío!