los secretos de villa del agua copyright © 1999-2000 por code factory, s.l. todos los derechos reservados. programa realizado p


Los Secretos de Villa del Agua
Copyright © 1999-2000 por Code Factory, S.L.
Todos los derechos reservados.
Programa realizado por Code Factory en estrecha colaboración
con CIDAT-ONCE.

NOTA DE CODE FACTORY
Este documento contiene soluciones para terminar el juego “Los
Secretos de Villa del Agua”. Está escrito en forma narrativa para
facilitar la lectura.
Durante la confección de este “libro de pistas” se ha intentado
simplificar las cosas al máximo, sin describir situaciones o acciones
que no conducen a nada. Es por ello que todos aquellos escenarios que
no aportan ningún valor al desarrollo de la historia no han sido
transcritos en este documento.
Es muy importante destacar que “Los Secretos de Villa del Agua” fue
diseñado de tal forma que el orden de las acciones no alterara su
resultado. Intentamos dar un “libre albedrío” que nosotros
consideramos muy importante. Este documento cuenta una de las muchas
maneras de llegar al final del juego. No importa si la curiosidad del
usuario le lleva a la exploración de los escenarios de una forma
distinta a la descrita en este documento. El resultado será siempre el
mismo.
En este documento se han marcado en negrita las palabras o frases que
consideramos importantes. Algunas de ellas corresponden a frases tal y
como deben teclearse en el área de texto del entorno de usuario del
juego.
Este documento puede ser distribuído libremente siempre y cuando sus
contenidos no sean modificados. Para obtener información sobre otros
juegos de Code Factory visita la web www.codfact.com o llama al
teléfono (34) 93.733.70.66. Estamos a tu entera disposición.
Code Factory
Enero 2001
I NTRODUCCIÓN
====================
Me llamo Víctor y vivo en Villa del Agua, un pequeño pueblo situado en
la ladera de una gran montaña al norte del país. Villa del Agua, como
todo pueblecito, es tranquilo y apacible... pero un día las cosas
cambiaron inesperadamente.
Aquella tarde, después de comer, me dispuse a dar una vuelta por el
campo en mi bicicleta. Al volver al pueblo descubrí que algo raro
sucedía. Todo estaba en silencio. No había nadie ni en las calles ni
en las tiendas, y las casas estaban vacías.
Asustado, corrí hacia casa esperando que todo tuviera una explicación
lógica. Al entrar miré en todas y cada una de las estancias...
¡Entonces descubrí que no había nadie!
Salí de mi casa y me senté en las escaleras de piedra de la entrada.
Todo debía tener una explicación... ¿una broma, quizás? No... no podía
ser. Levanté la cabeza y vi un extraño resplandor que venía de la
plaza del pueblo. Era la primera vez que veía una luz similar... no se
parecía en nada al resplandor rojizo que desprende el fuego de una
hoguera. Era de un blanco muy intenso, casi celestial.
Corrí con todas mis fuerzas hacia allí. Para mi sorpresa tampoco había
nadie. Caminé hacia el centro de la plaza, intentando descubrir de
dónde procedía esa extraña luz.
Todo parecía normal. El agua del estanque, pura y cristalina,
continuaba borboteando en la plaza. Los árboles se movían lentamente
al ritmo del viento.
Di media vuelta y me dirigí hacia la estatua del Conde Arnulfo. Era un
personaje mítico en nuestro pueblo. Había vivido en Villa del Agua 300
años atrás y gracias a su carisma y personalidad, Villa del Agua había
llegado a ser un pueblo próspero, convirtiéndose en un ejemplo a
seguir por todos los demás pueblos de la comarca.
Caminé hacia la estatua, tallada en piedra. Pero la expresión de su
cara esta vez era diferente... ¡Parecía viva!
Para mi sorpresa el mismísimo Conde Arnuldo, encarnado en la estatua,
empezó a hablar. Al principio tenía mucho miedo, pero a medida que
hablaba sentí que no había nada que temer: él estaba allí para
ayudarme en lo que sería posiblemente la mayor aventura de mi vida.
COMIENZA LA AVENTURA
--------------------
Caminé por el parque intentando encontrar algo que me fuera de
utilidad. Al mirar dentro del estanque, vi que sumergido en su
interior se encontraba un objeto brillante. A causa del movimiento del
agua no podía distinguir exactamente de qué se trataba. Tenía, pues,
que ingeniármelas para encontrar algún utensilio con el que poder
coger el objeto en cuestión.
Me dirigí a la tienda de comestibles del pueblo. Ahí se vendía de
todo, y quizás encontraría algo útil. Después de observar
detenidamente armarios y estanterías decidí coger la mantequilla, pues
cuando está derretida puede servir para desatascar cosas. También
decidí coger el hilo de pescar y el anzuelo que se encontraban de
oferta dentro de una cesta en frente del mostrador.
Creí haber cogido demasiadas cosas de la tienda. Así pues, como buen
ciudadano, debería pagar lo que correspondiera. Sumé mentalmente el
importe total de los objetos que había cogido y dejé las 330 pesetas
en el mostrador.
Antes de irme decidí coger una escoba que se encontraba detrás del
mostrador. Como era una escoba vieja decidí no pagarla, pues seguro
que al dueño de la tienda no le importaría. Entonces, me dispuse a
volver al parque.
Me acerqué de nuevo al estanque. Intenté pensar una manera para poder
coger el objeto brillante. Ahora ya tenía más recursos... pensé en
todas las cosas que había cogido en la tienda... ¡ya está! Decidí
construir una caña de pescar con el anzuelo, la escoba y el hilo de
pescar.
Ahora ya tenía el utensilio ideal para coger el objeto brillante del
fondo del estanque... Debo reconocer que yo nunca he sido un gran
pescador, así que conseguir coger el objeto brillante con la caña fue
un poco complicado... pero al cabo de un rato el objeto se engancho al
anzuelo... ¡parecía ser una llave! ¿Qué haría una llave dorada en el
fondo del estanque del pueblo? Decidí que lo mejor sería guardarla ya
que intuí que me sería de gran utilidad durante mi larga aventura.
Intenté pensar qué podía hacer. No se me ocurría ningún modo lógico de
liberar a mis amigos y vecinos. Decidí ir a hablar con la estátua del
Conde Arnulfo para ver si podía darme algún consejo. La estátua dijo
que lo mejor que podía hacer era ir a la biblioteca para investigar y
encontrar la solución a los enigmas y preguntas que se iban
amontonando en esta increíble historia.
Siempre me había gustado la biblioteca. Era vieja y majestuosa. Subí
hasta la segunda planta por las escaleras de madera. Al llegar arriba
inspeccioné cada una de las mesas repartidas por toda la sala. Al
mirar la última mesa encontré un bote con lápices y una pluma de
acero. La pluma de acero parecía ser muy bonita y robusta, así que
decidí cogerla. Al coger la pluma bajé la mirada y descubrí una
trampilla bajo la mesa. ¿Una trampilla en el suelo de una biblioteca?
Era muy extraño. Había estado en la biblioteca cientos de veces pero
nunca me había fijado. Intenté abrir la trampilla pero no hubo suerte,
ya que estaba bien protegida por un candado. Saqué la llave dorada del
bolsillo y probé suerte. ¡Funcionó! La llave encajaba perfectamente en
el candado. La trampilla se abrió sin problema.
Al abrir la trampilla, descubrí unas tenebrosas escaleras que bajaban
a unos oscuros sótanos. Desde arriba, dónde yo estaba, no se veía nada
así que me armé de valor y decidí bajar por las escaleras. La
habitación a la que llegué era muy pequeña, y por su aspecto parecía
que nadie hubiera estado allí en décadas. Frente a mi había algo
parecido a unos muebles aunque no podía distinguirlos bien ya que todo
estaba cubierto por una vieja sábana. La única manera de descubrir qué
se hallaba bajo esa sábana era tirando de ella. Al tirar de la sábana
una gran nube de polvo invadió la habitación. Al cabo de unos segundos
pude ver que, efectivamente, lo que se encontraba detrás de la sábana
era un conjunto de muebles viejos y llenos de moho. También había
libros. Decidí mirar los libros para comprobar si alguno de ellos me
sería de utilidad. Los dos primeros libros eran interesantes, pero
pensé que no me servirían. Sin embargo, al coger el tercer libro tuve
la sensación de que era una de las claves para conseguir liberar al
pueblo de las garras del dragón.
Mientras leía el libro, caminé hacia la iglesia del pueblo. La puerta
de la iglesia estaba cerrada y no había manera de abrirla. Al mirar la
puerta de la iglesia vi que ésta tenía tallados seis picaportes que
representaban personajes o escenas bíblicas. Leí de nuevo el texto en
el libro que acababa de encontrar... ¡Me percaté de que, en realidad,
el libro estaba hablando sobre cómo abrir la puerta de la iglesia!
Decidí pulsar los picaportes en el mismo orden en el que se
desarrollaba la leyenda del libro. De esta forma pulsé el picaporte
del ángel, inmediatamente después pulsé la corona, luego la espada,
acto seguido el caballo y finalmente pulsé el picaporte que
correspondía al escudo. ¡La puerta de la iglésia se abrió como por
arte de mágia!
El interior de la iglesia era impresionante. Hacía siglos que estaba
en pie y aún mantenía toda su belleza. Dentro, había cuatro capillas.
Caminé hacia la segunda capilla de la izquierda. Era la capilla
dedicad a San Jorge y al dragón. Miré durante un rato los dibujos y
pensé durante un rato en la leyenda. San Jorge luchando y venciendo al
dragón. Era más o menos lo que yo estaba haciendo... decidí que ya
había perdido demasiado tiempo. Salí de la capilla y me dirigí al
altar. Al lado del altar había una puerta...
Detrás de la puerta del altar se encontraba la habitación del rector.
Busqué entre cajones y papeles hasta encontrar dos objetos que
consideré interesante coger: un libro sobre tradiciones religiosas y
una llave vieja que encontré dentro de los cajones.
Salí de la iglesia. ¿Qué es lo que había conseguido hasta el momento?
Habia conseguido entender la leyenda y la historia de mi pueblo. Habia
descubierto que no estaba completamente solo en esta aventura...
además de tener la ayuda del Conde Arnulfo parecía que el destino
fuese también mi fiel compañero. Dondequiera que fuera encontraba
objetos y pistas que me hacían estar cada vez más cerca del objetivo.
Pero me desanimé al pensar las cosas fríamente: aun no había
conseguido liberar al pueblo... ¿Estarían ellos bien? ¿Sería el dragón
Monk un ser despiadado? De nuevo no sabía qué hacer... tenía varios
objetos en mis bolsillos pero carecía de un objetivo claro, así que
tomé la decisión de ir de nuevo a hablar con la estatua del Conde
Arnulfo para que me diera alguno de sus valiosos consejos.
El Conde Arnulfo me recomendó que fuese al cementerio puesto que,
según sus palabras, se trataba de “un lugar muy tranquilo aunque a
veces las cosas no son como parecen”.
La puerta del cementerio era de metal y, al igual que la trampilla que
había encontrado en la biblioteca, estaba cerrada con un grueso
candado. Decidí abrir el candado con la llave vieja que había
encontrado en la iglesia. Así pude entrar en el cementerio... La
verdad es que era un lugar que provocaba escalofríos. Seguí el camino
hasta llegar a la parte vieja del cementerio, donde se hallaban las
tumbas de las personas que habían vivido en el pueblo hacía siglos.
Miré las lápidas... estaban muy deterioradas a causa del paso de los
años. La tercera lápida me llamó muchísimo la atencion... en ella
figuraba escrito: “Arnulfo Domínguez. Conde de Villa del Agua”. Al
acercarme a la lápida vi que encima de ésta había una figura tallada
en piedra, bastante difícil de distinguir posiblemente a causa de la
erosión de la lluvia a lo largo de los siglos. Pero tras examinar la
figura durante algunos minutos, deduje que se trataba de un... ¡barco
pirata! ¿Qué significado podía tener un barco pirata tallado en piedra
en la lápida de un Conde?
Intenté coger el barco pirata con la intención de poder examinarlo más
de cerca en busca de alguna pista, pero en esos momentos escuché un
ruido fantasmagórico y, frente a mi, apareció la figura espectral de
un pirata que me miraba fijamente. Quise correr, escapar... pero el
miedo, o tal vez la intuición, hicieron que me quedara allí quieto...
mirando al fantasma.
El fantasma me contó que en vida había sido uno de los condes de Villa
del Agua y que, durante uno de sus viajes a través del mundo, se unió
a la tripulación del famoso pirata Long Silver con el cual pasó muchos
años de aventuras en alta mar. Yo le conté mi situación. Le expliqué
que mi misión era liberar al pueblo de Villa del Agua, que había sido
secuestrado por el dragón Monk. El pirata-fantasma parecía estar ya al
corriente de la situación... Muy amablemente me dijo que tenía algo
que podría ayudarme en mi búsqueda. Pero primero yo debía encontrar el
nombre de tres de los verdaderos secretos del nuevo mundo y debería
volver al cementerio y escribir la respuesta encima de su lápida.
Decidí ir a la escuela. Aun no había estado allí y quizás podría
encontrar respuesta a la prueba que me había propuesto el amable
fantasma.
Llegué a la escuela. Era muy extraño estar allí solo, sin nadie más a
mi lado. Siempre que iba a la escuela por las mañanas los pasillos
estaban a rebosar de gente dirigiéndose a sus respectivas aulas. Esta
vez todo estaba más que vacío. Me dispuse a intentar explorar cada una
de las estancias de la escuela en busca de cualquier pista u objeto
que pudiera coger. Por su proximidad, caminé hacia la sala de lectura.
Allí encontré mi viejo carnet de biblioteca, que había perdido hacía
mucho tiempo... ¿Quién lo habría puesto allí? Decidí no pensar más en
ello y coger el carnet. Ya no había nada más que hacer en la sala de
lectura así que me dirigí de nuevo al vestíbulo de entrada de la
escuela.
Caminé hacia la puerta de la primera de las cinco aulas de la escuela,
pero estaba cerrada. Intenté abrir la puerta con alguna de las llaves
que había encontrado con anterioridad pero no funcionó, así que hice
caso de la lógica y, tas pensar un rato, decidí que podría intentar
abrir la puerta con el carnet de la biblioteca que había encontrado
hacía unos instantes en la sala de lectura. Dentro de la habitación
encontré una mesa con un manual. El libro en cuestión era una guía
para aprender a tocar la flauta... A pesar de no tener ninguna flauta
en mi poder en aquellos momentos, lo cogí pensando que me podría ser
de utilidad más adelante. De nuevo volví al vestíbulo de la escuela.
Siguiendo el orden establecido, caminé hacia la segunda aula de la
escuela. No había nada especial: sólo pupitres, la mesa del profesor y
la pizarra. Me dirigí hacia la pizarra y vi que habían unas tizas de
colores... pensé que quizás sería interesante cogerlas. Tras examinar
minuciosamente el resto de la aula, volví de nuevo al vestibulo. Era
el turno de examinar la tercera aula de la escuela.
A parte de un mural sobre la caza de animales durante la prehistoria
allí no había nada interesante, así que fui a la cuarta aula para ver
si tenía mejor suerte.
Tampoco encontré nada interesante en la cuarta aula. Empezaba a pensar
que la escuela no resultaría tan útil para mi misión como yo había
pensado... pero estaba equivocado: al llegar a la quinta aula encontré
muchos objetos interesantes para una colección que ya empezaba a pesar
bastante dentro de mis bolsillos.
La quinta aula era la que los estudiantes utilizaban para practicar
los trabajos manuales. Allí, colgados en unas estanterías, se
encontraban un martillo, un destornillador, unos alicates y unos
alambres. Decidí coger el martillo y el destornillador. También creí
interesante coger los alambres, pero éstos estaban demasiado enredados
como para serme útiles, así que tuve que cortar los alambres con los
alicates. Decidí no coger los alicates puesto que ya había cogido
demasiadas herramientas de la sala de manualidades.
Volví al vestíbulo de la escuela. Ya me quedaban pocas estancias por
visitar. Entré en la sala de actos. Allí había una exposición con
textos y murales que hablaban de la llegada del hombre a América en el
siglo XV. En una de las paredes de la exposición encontré un texto
sobre los tesoros del nuevo mundo. Allí se decía que en realidad los
tesoros verdaderos provenientes de América eran productos alimenticios
que habían cambiado considerablemente la vida y salud de los
habitantes del viejo continente... ¡ya tenía la respuesta para el
enigma que me había propuesto el pirata fantasma del cementerio!
Antes de ir al cementerio a escribir la respuesta sobre la lápida del
pirata, decidí examinar el resto de estancias de la escuela que aún me
quedaban por visitar. Así que me dirigí hacia la sala de reuniones.
La sala de reuniones estaba muy bien decorada. Una de las cosas que me
llamó mucho la atención fue un cuadro de la plaza del pueblo que se
encontraba colgado de la pared. Al acercarme al cuadro vi que tenía
algo extraño. Parecía estar mal enmarcado, o con algún tipo de objeto
en su interior. Intenté abrir el cuadro con mis propias manos pero fue
imposible, pues la tela era demasiado dura. Miré en mis bolsillos a
ver si encontraba algún objeto con el que pudiera desgarrar su tela y
averiguar que se escondía en su interior. El destornillador que había
encontrado en la aula de trabajos manuales serviría a las mil
maravillas a mis propósitos.
No me sentí muy orgulloso al tener que romper un cuadro como ése, pero
mi misión era demasiado importante como para dejar escapar una
oportunidad parecida. Dentro del cuadro encontré una flauta.
El único sitio por visitar en la escuela era la recepción, cuyo acceso
se encontraba tras la puerta interior a la sala de reuniones donde en
esos momentos me hallaba. Desafortunadamente la puerta estaba cerrada.
De nuevo, utilizando la lógica, creí que lo mejor que podía hacer era
abrir la puerta con el alambre que había cogido en la aula de trabajos
manuales.
Dentro de la recepción no había muchas cosas. Tan solo los utensilios
típicos de una recepción de escuela: mesas, libros, una máquina de
escribir. Encima de la mesa había un trozo de partitura... mmmm... que
extraño. Decidí, lógicamente, cogerla.
Ahora que ya había explorado a fondo todas y cada una de las estancias
de la escuela, me dirigí de nuevo hacia el cementerio donde esperaba
que el fantasma me brindaría una merecida recompensa tras haber
resuelto el enigma.
Llegué hasta su antigua lápida, me puse de rodillas, saqué la pluma de
metal que había encontrado en la biblioteca y me dispuse a escribir
los nombres de tres de los verdaderos tesoros del nuevo mundo... pero
había un problema: la punta de la pluma no podía escribir sobre la
dura y fría lápida. Decidí escribir sobre la lápida del pirata usando
las tizas. Después de leer el texto que había encontrado en la sala de
actos de la escuela ya sabía que los verdaderos tesoros del nuevo
mundo no eran la plata, el oro o los diamantes, sino todos aquellos
alimentos que habían cambiado la economía de muchos paises. Productos
tales como el cacao, el tomate, o las patatas... Así que escribí estos
nombres encima de la lápida.
Una vez hecho esto la voz espectral del pirata me felicitó tras la
búsqueda. En recompensa a mi hazaña apareció un doblón de oro encima
de la lápida del pirata que, sin dudarlo ni un momento, cogí.
Creí que lo mejor que podía hacer en esos momentos era pedir de nuevo
consejo al Conde Arnulfo. Éste me recomendó ir al polideportivo.
El polideportivo era un sitio agradable, pero sin gente perdía parte
de su atractivo. Nada más llegar, bajé las escaleras que conducían a
la zona de deportes, que es donde se encontraba la pista de baloncesto
y balonmano.
Toda la pista estaba vacía. Al empezar a inspeccionar las porterías de
balonmano me di cuenta de que la cesta donde guardamos los balones
estaba abierta, cuando en realidad siempre estaba cerrada. Miré dentro
de la cesta y cual fue mi sorpresa cuando un fantasma apareció y
empezó a hablarme. El fantasma en cuestión era Pierre de Coubertain,
el personaje que había restablecido los juegos olímpicos en el siglo
XIX. Como era de esperar, tenía una nueva prueba pensada para mi.
Dicha prueba consistía en adivinar los deportes a los que
correspondían una serie de balones... Pero no me estaba permitido
mirar los balones, sino que tenia que deducir de qué tipo de balón se
trataba usando el sentido del tacto. El primer balón fue fácil de
adivinar. Se trataba de un balón de rugby, el segundo balón era sin
duda de baloncesto, el tercer balón fue realmente el más complicado
para mi, aunque después de tocarlo durante un rato deduje que se
trataba de un balón de voleibol. El último balón fue el más fácil de
todos: correspondía a un balón de fútbol.
Pierre de Coubertain se alegró mucho de que hubiese terminado la
prueba y me regaló una medalla olímpica.
Volví al vestíbulo de entrada del piso de arriba y decidí acercarme
hasta la cafetería: quería ver si allí encontraba algo interesante. La
cafetería estaba llena de cosas: platos, comida, vasos, etc. Pero nada
de eso podía servirme. Detrás de la barra del bar vi que había una
máquina de café. Tenía un botón que, al pulsarlo, expulsaba un chorro
de vapor muy caliente. Entonces decidí derretir la mantequilla con el
vapor puesto que, como ya había pensado antes, la mantequilla
derretida puede servir para desatascar cosas.
Solo quedaban tres partes del pueblo a visitar: el cine, el
teatro-orfeón y el ayuntamiento. Me dirigí hacia el cine.
Al final del vestíbulo del cine estaba la puerta de acceso a la sala
de butacas, pero no podía entrar allí sin una entrada, así que me
dirigí hacia la taquilla. En la taquilla había un dispensador de
entradas y una caja registradora. Por un momento pensé en coger una
entrada, pero enseguida me di cuenta de que no podía ya que no
disponía de suficiente dinero para comprarla... ¿Qué podía hacer?
Decidí que lo mejor era dejar el doblón de oro en la caja registradora...
¡eso pagaría de sobras el valor de la entrada! Ahora ya podía entrar
en la sala de cine.
Era una extraña sensación estar solo en el cine. Me dirigí hacia el
fondo de la sala, donde habían unas escaleras de madera que conducían
al escenario. No podía subir al escenario ya que un telón muy grueso
bloqueaba el acceso. Miré de nuevo las escaleras que conducían al
escenario y vi que a su lado se hallaba una pequeña caja de madera.
Intenté abrir la caja pero no lo conseguí... Parecía atascada. Intenté
poner un poco de mantequilla derretida en la caja y ver si así se
desatascaba, aunque tampoco hubo suerte. Decidí, al igual que había
hecho con el cuadro de la escuela, romper la caja para poder ver que
había dentro. Con el martillo conseguí abrir la caja de madera. De ese
modo descubrí que en su interior no había sino una vieja palanca.
¿Para qué serviría? Solo había una manera de saberlo... tiré con
fuerza de la palanca que estaba igualmente atascada por el óxido. De
nuevo probé con un poco de mantequilla... ¡esta vez funcionó! Pude
finalmente tirar de ella. Al hacer esto, el telón subió rápidamente y
descubrió el inmenso escenario.
De repente, en el silencio de la gran sala de cine, una voz se
exclamó. Deduje por la conversación que tres actores de una película
habían quedado atrapados en la pantalla y pedían mi ayuda para poder
ser liberados... ¿pero cómo? Decidí subir al escenario e intentar
encontrar la forma de ayudar a los actores. En la parte izquierda del
escenario descubrí una puerta semi-escondida detrás de la gran
pantalla de cine. Sin dudarlo ni un momento, me dirigí hacia esa
extraña puerta. Daba paso a un pasillo muy oscuro. A esas alturas, ya
no había nada ni nadie que pudiera asustarme: entré en el misterioso
pasillo.
El pasillo conducía a la sala de proyecciones del cine. Era una
habitación bastante oscura y desordenada: una bombilla en el techo
desprendía una débil luz. Encima de una mesa llena de papeles y de
pósters de películas se hallaba una máquina de proyectar. La máquina
estaba apagada... quien sabe: quizás la máquina de proyectar apagada
era la causa del grave aprieto en el que se encontraban los actores.
Quizás si encendía de nuevo la máquina conseguiría que la película
continuase sin problemas, y así liberar a los actores.
Intenté encender la máquina de proyectar pero cual fue mi sorpresa
cuando descubrí que ¡la máquina estaba viva! Lo primero que dijo, un
poco enfadada, fue que dejara de tocarla. Después me dijo que su
misión era la de hacer prisioneros a los actores hasta que yo
respondiera correctamente a una serie de preguntas que ella me iba a
formular. Dicho esto, empezó la tanda de preguntas. La respuesta a la
primera pregunta era Superman, la siguente Tarzán... la respuesta a la
tercera y última pregunta era Guión.
Fue un alivio salir de la sala de proyecciones y ver que los actores
estaban ya enfrascados en continuar con la película. ¡Había conseguido
ayudarles!
Caminé hacia la puerta de salida del cine... el sol brillaba en el
exterior. La verdad es que era un día precioso aunque la soledad del
pueblo me daba, por momentos, más de un escalofrío. Fui descendiendo
por la calle hasta llegar al teatro-orfeón, uno de los lugares del
pueblo que aun no había visitado.
La estructura arquitectónica del teatro era preciosa... muy antigua y
sobria. El vestíbulo de entrada era muy amplio, con unas escaleras
majestuosas que llevaban a los palcos desde donde la vista de las
representaciones era espléndida. Delante de mí había una gran puerta
que conducía al patio de butacas. Decidí ir al patio de butacas para
ver si podía encontrar algo.
El patio de butacas era muy grande... ¡Allí había más butacas que en
el cine! Me dirigí hacia el escenario. Parecía estar totalmente vacío,
aunque vi que en el extremo opuesto a donde yo me encontraba había un
misterioso cofre de madera en el suelo. Decidí abrir el cofre. Dentro
tan solo había un pergamino. Lo cogí, lo desenrollé y empezé a leerlo.
¡Era una nota de Monk! La nota decía que mis vecinos se encontraban en
perfecto estado, que no me preocupara por ellos. El mismísimo dragón
me animaba a continuar con mi búsqueda... La verdad es que no era tan
malo como yo había pensado en un principio.
Pegada al pergamino había una hoja con una serie de preguntas que
debía contestar. La respuesta a la primera pregunta era ópera. La
segunda pregunta era bastante fácil: la respuesta era gaita. En la
tercera pregunta se me daba la descripción de lo que, sin duda, era
una orquesta, y el intérprete al que se refería la última pregunta era
Tete Montoliu.
Una vez contestadas todas las preguntas, dentro del cofre apareció de
forma misteriosa una preciosa rosa negra que cogí y coloqué con
cuidado dentro de mi bolsillo.
Volví al vestíbulo de entrada del teatro y dedicí subir las escaleras
que conducen a los palcos. Arriba había un pasillo muy bien decorado
que llevaba a todos y cada uno de los palcos. Entré en ellos aunque no
encontré nada interesante en ninguno, excepto en el cuarto en el que
había una caja sobre una mesita de madera muy bien tallada.
Examiné la caja e intenté abrirla, pero no hubo manera... estaba
cerrada de algún modo que yo no podía comprender puesto que carecía de
cerrojo. Me senté en la cómoda butaca del palco y pensé durante un
buen rato. Tras examinar todas las posibilidades pensé que quizás
alguno de los libros que había ido cogiendo por el pueblo contenía
información relativa a la misteriosa caja.
Empezé a leer el Libro de los Secretos de Villa del Agua a ver si
encontraba alguna manera de abrir la caja. ¡Tuve suerte! El manual
decía que para abrir la caja debía interpretar la escala musical...
mmmm... ¿pero cómo? La respuesta vino de repente a mi cabeza. ¡La
flauta! Cogí el manual para leer la flauta y lo leí detenidamente. Ahí
se daban instrucciones básicas de cómo tocar la flauta. Decidí
intentarlo y tocar la flauta delante de la caja. Tras algunos intentos
conseguí interpretar la escala musical básica
(teclas: 7 3 4 1 5 2 6)... Tras unos segundos ¡La caja se abrió!
Dentro de la caja había un trozo de partitura que encajaba
perfectamente con el otro que había encontrado en la escuela.
Creí que ya había terminado mi búsqueda en el teatro así que me dirigí
hacia el parque situado en el centro del pueblo para pedir, una vez
más, información a la estatua del Conde Arnulfo. Como ya suponía, el
Conde Arnulfo me recomendó ir al ayuntamiento pues era el único sitio
en el que aun no había estado.
Decidí subir las escaleras que conducían al despacho del señor
alcalde. Su despacho me gustó: tenía un gran ventanal con una vista
magnífica de la plaza del pueblo, donde unas horas antes había
empezado mi gran aventura.
Investigué en el despacho del alcalde sin encontrar nada interesante.
Decidí mirar la alfombra... era gigante y muy pesada. Debajo de ella
encontré una baldosa que se movía. Intenté levantar la baldosa con mis
propias manos pero era muy pesada. Entonces pensé en hacer palanca y
decidí abrir la baldosa con el destornillador.
Debajo de la baldosa se hallaba, seguramente desde hacía siglos, un
gran pergamino con un mapa de los pasadizos secretos del castillo de
Villa del Agua. Por supuesto cogí el mapa ya que creí que me sería de
gran utilidad durante el resto de mi aventura.
Había estado caminando durante horas y horas por todo el pueblo. Debo
reconocer que en esos momentos estaba muy cansado, pero a la vez
animado por haber resuelto pruebas y enigmas en tan poco tiempo...
pero, ¿qué debía hacer ahora? Ya había visitado y examinado a fondo
todas a cada una de las estancias y habitaciones del pueblo... ya no
sabía qué hacer. Caminé pensativo hacia el parque donde encontré de
nuevo la estatua del Conde Arnulfo descansando. Me dirigí hacia él y
en el momento en que empecé a hablar con la estatua, una ninfa se me
acercó y empezó a hablarme con una voz casi celestial.
Me contó que había vivido durante siglos en esta zona, y que su misión
era la de conducirme hacia el castillo de Villa del Agua que había
estado en pie durante siglos. Me indicó la entrada al castillo y
luego, despidiéndose amablemente, emprendió el vuelo hasta que la
perdí de vista.
EN EL CASTILLO
==============
Bueno, ahora estaba dentro del castillo, que estaba siendo reformado
por el Ayuntamiento del pueblo. En cada una de las estancias del
castillo habían colocado un panel con información de la sala.
Ahora me encontraba en el vestíbulo del piso de abajo del castillo y a
mi izquierda había unas grandes escalinatas que conducían al piso
superior. Decidí subir las escaleras.
La planta de arriba daba acceso a la Sala del Conde y a la Sala de
Trofeos. La puerta de la Sala del Conde estaba cerrada... y no había
forma de abrir la gruesa puerta. Así que decidí probar suerte en la
Sala de Trofeos.
En la Sala de Trofeos sólo había una vieja chimenea de piedra, dos
armaduras a cada lado de la sala y una alfombra roja en el suelo. La
alfombra era tan llamativa que no pude evitar agacharme y mirar si
había algo escondido debajo de ella. No había nada debajo, pero al
mirar el suelo de madera descubrí una extraña ranura en el suelo. Era
muy difícil ver exactamente que era, puesto que el suelo estaba
cubierto con una gruesa capa de polvo. Miré la ranura. Ví que en
realidad se trataba de una trampilla en el suelo... Al igual que la
ranura que había encontrado horas antes en la biblioteca, ésta estaba
completamente sellada aunque no tenía ningún candado. En este caso la
trampilla estaba bien protegida por el polvo y la humedad. No había
forma de abrirla.
Intenté usar alguno de los objetos que tenía con la finalidad de hacer
palanca, pero ninguno de ellos era lo bastante grande como para abrir
la trampilla. Miré a mi alrededor y vi que una de las armaduras que
decoraban la estancia tenía una larga y gruesa lanza que quizás
serviría para mi propósito. Decidí coger la lanza y abrir la trampilla
con ella.
La tampilla ocultaba una vieja escalera que llevaba a unas tenebrosas
mazmorras ahora vacías pero que antaño habían servido de almacén de
alimentos para los habitantes de Villa del Agua. Nunca habían sido
usadas como prisión puesto que la delincuencia no abundaba en esta
región.
En el fondo de la sala había una gruesa puerta de madera que, como era
lógico, estaba concienzudamente cerrada. Busqué en mis bolsillos y
cogí la llave con la que había abierto la puerta del cementerio e
intenté abrir la puerta... ¡Funcionó!
Subí por unas escaleras y crucé unos pasillos muy estrechos hasta que
conseguí llegar a una especie de salón de baile muy espacioso. Unas
viejas cortinas sin interés adornaban la sala. Tambien había una
tarima de madera desde donde los músicos interpretaban sus canciones
cientos de años atrás.
Al acercarme a la tarima... ¡una de las paredes empezó a hablar
conmigo! Otra de las paredes se añadió a la conversación y empezaron a
discutir sobre sus problemas. Al parecer una de las paredes, la más
vieja, estaba triste puesto que algunas de sus piedras habían caído al
suelo y necesitaba que alguien las volviera a poner en su sitio. Como
es lógico, cogí las piedras del suelo y se las volví a colocar... la
pared se puso muy contenta y me indicó la ubicación de una salida
secreta... tuve el presentimiento que el final de la aventura estaba
muy muy cerca.
Al atravesar la puerta secreta me encontré en un bosque muy extraño...
pero que me resultaba familiar. Un simpático duende me guió hasta un
lugar donde supuestamente se hallaba la entrada secreta a la cueva
donde el Dragón Monk tenía apresados a todos los habitantes del
pueblo. Miré detrás de una extraña roca con forma humana. También
detrás de los árboles, y por todos lados. No conseguía encontrar la
puerta secreta. Finalmente, me acerqué a unas margaritas que, como
todo elemento en esta historia, estaban vivas y parecían muy
simpáticas y alegres. Después de una breve conversación me indicaron
la posición exacta de la puerta secreta.
Ahora ya estaba dentro de la cueva. Caminé a lo largo de ella hasta
que me encontré, frente a frente, con el mismísimo Dragón Monk.
Tuvimos una breve conversación en la que me felicitó por haber llegado
tan lejos y me dijo que tenía una última prueba para mi. La verdad es
que esperaba que la prueba fuese algo realmente complicado, pero Monk
se conformó con una simple pregunta de lógica. “¿Qué tiene más
músculo, un gusano o un elefante?”. No tuve que pensar durante mucho
rato. Al decir “gusano” el Dragón Monk sonrió y dijo las palabras que
tanto yo como todo el pueblo retenido en la cueva habían estado
esperando durante largas e interminables horas: “¡Enhorabuena! Aquí
tienes a tu pueblo liberado”
FIN

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