la evaluación ¿al servicio de la exclusión o de la inclusion? este escrito sobre evaluación que os envío es sólo un ‘documento de trabajo’
LA EVALUACIÓN ¿AL SERVICIO DE LA EXCLUSIÓN O DE LA INCLUSION?
Este escrito sobre evaluación que os envío es sólo un ‘documento de
trabajo’ inacabado que terminaremos los días 12 y 13 con las
reflexiones de todas y todos juntos. Por ello es imprescindible leerlo
antes del encuentro y desde las reflexiones y comentarios de cada cual
iremos dándole forma a lo que debe ser nuestra manera de entender la
evaluación en el colegio Stella Maris.
Llevamos unos años inmersos en un ambicioso proyecto cuya finalidad
principal es la de ir cambiando nuestra forma de pensar sobre la
escuela inclusiva. Hemos hecho cambios muy importantes en la
organización escolar y en el currículum. También nos hemos esforzado
en actualizarnos con lecturas e innovaciones que nos ayuden a
comprender mejor la cultura de la diversidad. Todo ello con el
propósito de buscar las mejores estrategias de aula para que ningún
niño o niña sea discriminado por el currículum. Después de este tiempo
es necesaria una reflexión de cómo nos sentimos en este nuevo proyecto
de centro y concretamente necesitamos hacer un juicio de valor tanto
de los procesos de enseñanza y aprendizaje como de cómo nos vemos como
personas trabajando en este nuevo modelo.
Por ello hemos de hablar de evaluación. Pero puede que no entendamos
todos lo mismo por evaluación. Es lógico, pero estaría bien que
acercáramos posturas. ¿Qué entendemos caca uno por evaluación?
Se me ocurre que, antes de darle respuesta a lo que entendemos por
evaluación, lo primero que el profesorado del colegio Stella Maris
debe tener claro, es su propia visión del mundo y cuál es el valor que
para este profesorado tiene la educación. Es decir, cuál es el modelo
de sociedad que desea construir y que tipo de ciudadanía pretende
formar con el modelo educativo del colegio. Lo que quiero decir es que
el profesorado del colegio ha de tomar postura y debe situarse en
cuáles son los fines educativos de su actuar en el colegio, porque
nunca es neutro. Según nos situemos en el modelo educativo del colegio
así podremos explicar nuestras acciones. No sólo podremos explicar
nuestras acciones sino también comprender las de los demás, y entender
qué nos acerca a unos y qué nos separa de otros y otras, y por qué, en
algunos casos incluso, es imposible trabajar juntos y en otros es
fácil. Este explicitar nuestra toma de postura ideológica y
profesional es, a mi juicio, una exigencia moral. Sólo desde esta
visión personal podremos darle sentido a nuestra coherencia como
docentes.
Si esto lo tenemos claro podremos entender que hay modelos educativos
que restringen las posibilidades de acceso al conocimiento al alumnado
y otros la favorecen y, lógicamente, ello genera consecuencias, en el
primer caso de exclusión y en el segundo de inclusión. Sólo cuando se
es corto de miras se puede confundir estas cosmovisiones y las
consecuencias que ello puede producir a la hora de la evaluación. Es
decir, que la evaluación tiene una dimensión ética y nos debe
preocupar cómo repercute una forma u otra de evaluación en el
alumnado. Si evaluamos con la intención de aprender de ella, estamos
hablando de una evaluación educativa y no mecánica (técnica). La ética
de la evaluación es la preocupación que nos ha de producir como
docentes de cómo nuestras acciones en los procesos de
enseñanza.-aprendizaje repercuten en el alumnado. Por ello, cuando el
profesorado del colegio evalúa debe ser justo en sus sistemas de
evaluación porque éstos deben ser coherentes con los procesos de
enseñanza-aprendizaje.
Desde estas consideraciones generales y como os he enviado también un
documento del prof. D. Juan Manuel Álvarez Méndez, podremos disponer
de algunos elementos para reflexionar de la evaluación desde una doble
perspectiva, por un lado de la evaluación del funcionamiento del
colegio, ello se lograría a través de la contribución de las opiniones
y pensamientos de las familias, de la inspección, del profesorado y
del alumnado. Y por otro de la evaluación del alumnado teniendo en
cuenta si han conseguido o no cambios y transformaciones en sus
actitudes, en sus procesos, en sus conocimientos; es decir, en su
rendimiento escolar.
En coherencia con el modelo educativo del colegio la evaluación no
puede ser considerada como un apéndice del proceso de
enseñanza-aprendizaje ni llevarse a cabo al final del proceso como
instrumentos de selección y exclusión sino que la evaluación para que
sea educativa debe ser siempre un recurso de aprendizaje. En este
sentido en el colegio el profesorado ha de tomar conciencia de a qué
tipo de conocimiento se le da valor y a cual se le da menos, y si
lógicamente, debe alcanzarlo todo el alumnado. De esta manera los
fines educativos por un lado y el tipo de conocimiento, si es o no
considerado valioso, determinan la metodología que se ha de llevar a
cabo en el aula.
Hechas estas consideraciones generales, y leído el documento del
profesor citado, podemos acercarnos a lo que nosotros entendemos por
evaluación. En primer lugar debemos tener claro que la evaluación no
se debe confundir con los instrumentos tan comunes en los centros como
son los exámenes, controles o sus variantes, sino que son muchas otras
actividades. Es decir que una cosa es la evaluación y otra la
calificación. Los instrumentos de evaluación deben elegirse en función
del tipo de información que queramos recoger y sobre todo, en función
de las finalidades educativas del colegio.
La evaluación debemos considerarla como una actividad propia de los
colegios donde se el profesor o profesora se encuentra con el alumnado
de su clase y se hace una valoración sobre la calidad de lo que se ha
aprendido o sobre la ausencia de un saber determinado que no se ha
adquirido. Es un momento donde se toman decisiones conjuntas de lo que
merece la pena haber aprendido y lo que es secundario en el
aprendizaje, sobré porqué no se pudo adquirir lo que se debió
adquirir; sin embargo, la calificación es otra cosa. Es una medida
sobre el control del saber planificado previamente y que establece un
ranking con consecuencias discriminatorias. Uno u otro responden a
modelos diferentes aunque en la práctica se tiende a confundirlos. Y
se confunden de manera interesada evaluación y calificación,
desnaturalizándose el sentido y el significado de ambos.
La evaluación, por tanto, no es cuestión de medición, sino de
identificar la calidad de lo que queremos evaluar (STAKE, 2006). Es
así como este autor acuña la idea de la evaluación comprensiva basada,
fundamentalmente, en la experiencia personal. Consiste en identificar
lo que las personas inmersas en el programa educativo o social a
evaluar consideran que le da calidad y valía al mismo. En palabras del
propio STAKE: “¿El mérito estriba en alcanzar un estándar de medición
o en lograr la estima humana? Pues bien, puede radicar en ambas cosas.
Y haremos mejor nuestro trabajo si buscamos tanto lo uno como lo otro,
no para fundirlos en una única valoración, sino para dejar que sus
mutuas diferencias nos inciten a una reflexión más profunda” (STAKE,
2006, p. 23)
Por ejemplo: solemos decir e incluso proponer en nuestro modelo
educativo lograr “alumnos críticos, autónomos, “responsables”, “que
sean capaces de aprender a aprender”… Pues bien, la evaluación debería
estar focalizada a saber si nuestro alumnado es crítico, autónomo,
responsable, etc. ¿Cuándo evaluamos tenemos en cuenta estos valores?
Considero que una alumna o un alumno son críticos cuando saben
distinguir el conocimiento importante y relevante del secundario,
cuando es competente para contrastar, dialogar, indagar, argumentar,
razonar… Y el profesorado ¿cuándo evalúa quiere saber si el alumnado
conoce, contrasta, dialoga, indaga, argumenta, razona…?
Si como decía anteriormente la evaluación es un encuentro entre el
profesorado y el alumnado con la intención de aprender uno del otro.
El profesorado aprende para conocer y mejorar sus prácticas de
enseñanza y el alumnado aprende de los asesoramientos del profesorado
y mejora su curiosidad para seguir aprendiendo. La evaluación actúa
entonces al servicio del saber y del aprendizaje del sujeto que enseña
y del sujeto que aprende. Se trata de aprender juntos, aunque no han
de aprender lo mismo ni de la misma forma, ni con la misma finalidad.
Sólo cuando aseguramos el aprendizaje podremos hablar de evaluación
formativa. No se puede enseñar de manera cooperativa y luego exigirle
al alumnado a la hora de la evaluación que sea competitivo.
En fin han sido en varias ocasiones cuando hemos afirmado que la
reflexión sobre la práctica ha de ser un componente fundamental en la
formación y en el desarrollo profesional del docente, como una vía
para identificar qué factores dificultan el aprendizaje y la
participación de los docentes y cuáles son los cambios que hay que
introducir para mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pues
bien la evaluación nos aporta información muy valiosa para emitir
juicios de valor acerca de la adecuación de los procesos de
enseñanza-aprendizaje y para la toma de decisiones. Una buena
evaluación nos debe proporcionar información relevante para saber en
qué situación estamos, por qué se ha llegado a ella y qué se puede
hacer para optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
La evaluación en consecuencia es una parte esencial de cualquier
experiencia de innovación como es el caso nuestro, ya sea para el
profesorado como para el alumnado, por este motivo la planificación de
toda experiencia debe incorporar un plan de evaluación con la
participación de todos sus protagonistas. En nuestro caso la
evaluación entendida como una investigación que nos permita mejorar
los procesos de enseñanza-aprendizaje, requiere un proceso de
planificación que ha de contemplar las siguientes preguntas: ¿Qué es
lo que quiero saber? ¿Por qué quiero saber eso y no otra cosa? ¿Cómo
puedo averiguarlo? ¿Cómo analizar e interpretar la información? ¿Qué
conclusiones saco? ¿Y qué puedo hacer a partir de ahora?
Desde esta visión amplia de la evaluación tenemos que concretar cómo
lo debemos hacer en el colegio Stella Maris, para ello he pensado en
enviaros un artículo del Profesor D. Juan Manuel Álvarez Méndez para
que su lectura nos ilumine en los días 12 y 13 de junio y, además, le
pediría a Juan Carrasco, que viene haciendo un estadillo de cada una
de las disciplinas que me parece muy interesante que nos explicara
cómo lo hace. Además le pediría un esfuerzo mayor y es, como nos
indicaba la inspección, que tendríamos que acomodar su manera de
evaluar por disciplinas al discurso de las ‘competencias’ para
justificar que logramos ésta o aquella competencia gracias al método
de proyectos de investigación en el aula, a la organización de grupos
heterogéneos y del trabajo cooperativo en las clases, y, por supuesto,
de las múltiples reuniones y trabajo colaborativo entre el
profesorado.
Espero que mis intenciones sean comprendidas y os animo a trabajar en
esos días de junio para lograr las mejores estrategias de evaluación
del colegio Stella Maris.
Miguel López Melero
Málaga a 1 de junio de 2009
4








